Sobre Fernando Pessoa
El binomio de Newton es tan bello como la Venus de Milo.
Lo que hay es poca gente que se dé cuenta de ello
F. P.
En esta frase de fernando pessoa se observa, a grandes rasgos, un programa estético diametralmente opuesto a la poesía de, digamos, el último cuarto de siglo pasado y, ni hablemos ya, de la primera década del veintiuno. Sobre todo en nuestro queridísimo país que, como bien se viene observando, la calidad poética se halla en claro declive, inversamente proporcional a la cantidad que se edita desde hace ya unos años. Esto último no es un dato menor: la fluencia de “registros poéticos” transita por carriles alternativos que, si bien no alcanzan a un público mayor, al menos hacen ecos dentro de una comunidad de lectores que siguen apostando a la poesía como al género madre de una lengua a la que parece habérsele olvidado un pasado adánico. Hay una brecha de esperanza en la idea de este “resurgimiento” del género, al menos a nivel editorial. Pero la problemática vuelve a afectar a la poesía desde una herencia estética que no alcanza a nuestro presente.
La razón, a mi criterio, radica precisamente allí donde Pessoa hace hincapié en dos partes distintas del poema:
1- La Venus de Milo como la representación de una idea estética, digamos, el Poema. Diosa griega a la que faltan sus dos brazos. Una de las leyendas cuenta que cercenan los dos miembros al regalarle una manzana de oro por ser la más bella, y que esto originaría la guerra de Troya. Una coincidencia que vincula el presente poético nuestro de cada día con la falta de vivenciar un pasado que exije cada vez más la presencia de una forma. Arde Troya! Reza la frase, y también valdría la plegaria cuando la poesía moderna se erige como autodeterminada, autoengendrada, al negar formas consideradas en desuso, cualquier tipo de forma como contraparte de un poema cuyo sentido podría reverberar en el oído como una música con los dos brazos.
2- El Binomio de Newton es la condición de representabilidad del presente, o mejor, debería serlo. La consagración de una arquitectura compleja aunque acabada que exige su manifestación en nuestro presente poético caracterizado por una ausencia formal, como si esa ausencia fuera necesaria, como si la lógica cediera paso a la novedad. Lo novedoso, es la perla de cultivo encontrada, -y jamás perdida, dios no lo permita!- desde hace algunas décadas atrás en nuestro país. La novedad como el único criterior que trasciende junto a una forma poética que, como la mayoría de las veces, a algunos lectores, no hay que generalizar, le ocurre lo mismo que al que tiene ante su vista (en una foto o en el mismo museo donde se encuentra) a la Venus de Milo, puede maravillarse ante su presencia en principio, pero no puede menos que condolerse ante la ausencia de sus brazos (tan útiles para la pervivencia) cercenados quién sabe la causa cierta, pero seguramente se le atribuye al olvido.