Aulicino irracional

Estación Finlandia. Poemas Reunidos 1974-2011 (Bajo la luna editorial)

Una obra se produce cuando hay no tanto una temática común como una forma recurrente a lo largo de libros que un autor va editando a lo largo de su carrera, y en esto incluyo que sea en vida o no. Estoy de acuerdo con Fabián Casas en que, en el caso de Aulicino “hay obra”. Pero intentar realizar un abordaje sin que quede una punta de lo más importante más que una empresa riesgosa es casi una utopía.

Creo que precisamente en la idea de utopía reside la clave, y cuando digo utopía digo un esfuerzo irracional hacia lo absoluto, palabra que, en el caso del poeta, nos lleva a una especie de big bang poético.

Agujero negro que todo lo consume, la obra de Aulicino marca un interés fundamental por la sensibilidad poética hacia una infinidad de derroteros que se bifurcan en dos  ámbitos y que comienzan a reunirse para su consumación y síntesis en un libro de 1999 titulado La Línea del Coyote. La raíz de dicha bifurcación es el elemento irracional al que hizo referencia el poeta Wallace Stevens alguna vez. Por un lado el ámbito del mal, proveniente de la naturaleza misma como en el caso del poema 1.1., en el que advierte la presencia del mal a través de un espacio con plantas que se encuentra a un costado de las vías, una especie de “maná/del que nuestro mal se alimenta. Una pequeña porción de naturaleza como reflejo de un microcosmos que alimenta el mal del ser humano, que enraíza los pies a la tierra envueltos en forma inconsciente. El mal también como naturaleza tan temida y a la vez confundiéndose como estatuto primordial en una pareja de motoqueros, pero no eran el mal por lo que aparentaban/ con las camperas raídas y el olor a la nafta… no se habían extasiado/ni intentado hacerlo con el vuelo de las garzas. La pareja es insensible a todo aquello que estalla en el sujeto como mal primero, si hay un mal está fuera de sus conciencias. La parcela de tierra que en el poema anterior sustentaba un maná ahora encuentra su equilibrio en la indiferencia de ambos jóvenes, sustentándose en la propia velocidad/ y en la vida de sus cuerpos/ y con lo que no hablan no hablaron. El poeta que quiere ser místico y contemplar a dios en medio del mal. Aquí el tema de la poesía no es tanto el mal como su forma poética.

     Aulicino amplía los límites de la poesía, renueva los parámetros de su propio quehacer poético, porque en su escritura no basta con el mal ni el bien como principios absolutos, por debajo de ellos hay una búsqueda que retoma la experiencia poética de un pasado mítico en el presente, el centurión silencioso en la batalla/ quiere convencer a los campos que combate/ por ampliar el radio de su entendimiento. Pero ese pasado mitológico es también una experiencia circular, un bucle anómalo en el que la poesía renueva la experimentación del ahora, entregando al César/ el universo repetitivo: bárbaros y selvas. La poesía de Jorge Aulicino avanza y retrocede, garabatea un derrotero geométrico en formas circulares que van desde la superficie o perímetro, hasta la raíz o centro. Esta última observación que puede parecer parte de una vaga reseña en cualquier matutino de los que proliferan no es poco. En “Cierta dureza en la sintáxis”, libro del 2008, hay un poema bellísimo, en un libro en que la idea de belleza es una idea inabarcable, furtiva, me refiero al poema 41 …el que pierde la vida/ pierde cualquier cosa vacía/ desde todo punto de vista amada… pierde el estar, la terminal nerviosa/ en la que se enciende lo que quiere… el trabajo de unas raíces en el fondo de la vereda. Este poema es un ejemplo paradigmático de la ambigüedad irracional a lo largo de la obra de Aulicino; existe, por un lado, la vida, la mecha que enciende y sostiene nuestro universo como forma de un plan terrenal; y por otro, la vacuidad de ella, la experiencia de vida como forma vacía, como una vida que se sostiene a pesar de hallarse bajo una vereda que exige desde cierta altura –detalle no menor dije- una permanencia en lo oculto, y que no deja de presionar hacia arriba aunque parezca en vano. Es esta irracionalidad la que Stevens llama el “acto poético que desencadena la poesía”, el deseo incesante de libertad en la literatura es el deseo de libertad en la vida o en cualquiera de las artes. El deseo repetitivo como acto poético es irracional. Hay en la obra de Aulicino una retórica no escrita sino perfectamente delineada a la que el poeta vuelve siempre. La poesía de Estación Finlandia, volviendo a Stevens, “parece ansiar la libertad  por el amor a la libertad misma”. Si decimos que buscamos la libertad cuando ya somos libres, es porque deseamos una libertad distinta, nunca antes experimentada. Esa posibilidad es en Aulicino una obsesión trascendental fundante. Y emerge en Estación Finlandia, igual que todos los grandes poetas que tienen obra, con su propia irracionalidad, o, lo que es decir casi lo mismo (y afortunadamente para la poesía argentina), su propia originalidad.

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